Día 5: ¡ay de mis pobres, pobres pies!
El día ha empezado con enormes agujetas. Y los malos comienzos, chungo. El suelo sigue siendo el último lugar en el que se me ocurriría dormir, y, por desgracia, el único lugar en el que puedo hacerlo. El caso es que el día, encima, amaneció nublado. Vamos, un horror. Pero bueno.
Caminamos a buen ritmo a pesar de mis dolores, y me negué en redondo cuando Alexander se ofreció a llevarme a cuestas. Soy demasiado orgullosa para eso, y, siendo sincera, ya tengo un calentón considerable manteniéndome a una distancia prudencial de mis sexys compañeros de viaje (mejor no hablemos de lo que supondría ir encima de uno). Además, ¿qué se han creído? ¿Qué soy un fardo?
Le he preguntado a Robert dónde aprendió tanto sobre este mundo y él me ha explicado que su ancestro vampiro, el que empezó todo cayéndose a mi adorada Tierra (nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y pensar que nos estamos cargando el planeta) creó un libro en que lo contaba todo antes de esconderse de los Fríos y desaparecer del mapa, y que ese libro, más o menos, ha ido rulando de vampiro en vampiro desde entonces. Aunque claro, pocos son los vampiros a los que se les ocurre leerlo o estudiarlo. Le he hecho prometer que me contará más cosas (tras insistir e insistir e insistir).
Alexander, por otro lado, se ha dedicado a darme más datos sobre vampiros. Su velocidad alcanza la de un coche (pero un coche normalito, no un monstruo de esos que pueden ir a velocidades inmensas), pero si hay alguna urgencia, en distancias cortas pueden moverse increíblemente rápido (¿Cuánto? No tiene ni idea, aunque yo tampoco tengo idea de a qué velocidad vamos los humanos). Al parecer, los vampiros duermen, pero no necesitan hacerlo diariamente, y si se les fuerza a ello, pueden aguantar despiertos casi un mes. Con las comidas, aguantan también lo suyo, y siempre depende todo del gasto de energía que realicen (evidentemente, si se ponen a correr a velocidad de coche mucho tiempo, tendrán que comer mucho más que si van por la vida como si fueran humanos).
Como ya llevo tres días aquí, he empezado a acostumbrarme y a divagar mentalmente cuando empiezan esos silencios que se hacen de vez en cuando (por suerte, a ninguno de los tres nos gusta llenar el silencio con frases vacías, banales y sin sentido) y he empezado a plantearme qué es lo que quiero ver en este mundo. Haré una lista de cosas y se la leeré a Robert para ver si es posible hacer algo de turismo mientras viajemos a Esalrtes.
En una de mis divagaciones, me distraje lo suficiente para meter el pie en un charco apestoso y tuve que quitarme las botas y limpiarlas. Como estaban mojadas, Robert, que es muy mañoso, me ha hecho un apaño con hojas y la corteza de un árbol (me daba palo pedirles que fueran caballerosos y me dejaran sus zapatos, no es plan ser tan egoísta, por muy vampiros superresistentes que sean, dado que la culpa ha sido mía) hasta que se secaran y ahora tengo un dolor de pies impresionante.
Alexander me ha dicho hace un rato que llegaremos a Kaiopksuhnm mañana a mediodía. Por un lado me alegro, por otro, no sé. Si es cierto que aquí son tan atrasados, será una ciudad como las medievales. O sea, sin alcantarillado, con muchos malos olores y mierda por todos los lados. Pero sólo de pensar que habrá un lugar con colchón (esperemos) me anima mucho.